La cumbre climática COP30, que se desarrolla en Belém, Brasil, enfrenta importantes desafíos marcados por un consenso político cada vez menor y ausencias notables de líderes mundiales clave. Si bien los participantes se esfuerzan por forjar un nuevo acuerdo para abordar el calentamiento global (en particular centrado en la protección de los bosques tropicales), el progreso de la cumbre se ve obstaculizado por estas cuestiones críticas.
La ausencia del presidente Donald Trump es una presencia marcada en la COP30. Aunque no estuvo presente, su negación del cambio climático arroja una larga sombra sobre el proceso. Recientemente descartó el cambio climático como “la mayor estafa jamás perpetrada en el mundo”, e instó a las naciones industrializadas a rechazar los llamados a cambios sociales radicales para combatirlo. La postura de Trump ha provocado críticas directas de los líderes mundiales. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, condenó a las “fuerzas extremistas” que difunden información errónea y amenazan a las generaciones futuras con un cambio climático irreversible. Los líderes chilenos y colombianos fueron más allá, llamando directamente a Trump mentiroso e instando a otras naciones a ignorar sus intentos de socavar la acción climática global.
A la complejidad de la cumbre se suma la notable ausencia de muchos líderes mundiales de los principales países emisores. India, Rusia, China y Estados Unidos no están particularmente representados. El Primer Ministro del Reino Unido, Keir Starmer, reconoció la disminución de la unidad política global sobre el cambio climático, lamentando que haya pasado “de ser una cuestión de unidad a nivel internacional y en el Reino Unido a, lamentablemente, hoy en día, el consenso ha desaparecido”. Este apoyo menguante se traduce en desafíos concretos: pocos países han presentado planes actualizados de reducción de emisiones de carbono, a pesar de la urgencia de frenar estas emisiones como causa fundamental del aumento de las temperaturas globales.
A pesar de este sombrío telón de fondo, algunas naciones están dando pasos adelante con compromisos. Si bien reconoció el cambio en el sentimiento internacional, Starmer prometió que “el Reino Unido está totalmente comprometido” en la acción climática. Sin embargo, este compromiso parece socavado por la reciente decisión del Reino Unido de retirarse de un histórico fondo de protección de la selva tropical de 125 mil millones de dólares, una medida sorprendente y frustrante para los anfitriones brasileños. Este fondo tenía como objetivo recaudar 25 mil millones de dólares de países desarrollados para apoyar a los gobiernos y comunidades que salvaguardan bosques tropicales cruciales como el Amazonas y la cuenca del Congo. Estos ecosistemas son vitales para combatir el cambio climático: cubren sólo el 6% de la superficie terrestre de la Tierra, almacenan miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero que atrapan el calor y proporcionan hábitat para la mitad de la biodiversidad del planeta. La retirada del Reino Unido contrasta con el entusiasta respaldo del Príncipe de Gales al fondo y su nominación para su prestigioso Premio Earthshot.
Las próximas semanas en la COP30 serán críticas a medida que los países lidien con negociaciones complejas sobre el financiamiento de la ayuda climática previamente prometida para naciones vulnerables que ya sufren eventos climáticos extremos. Devastación reciente como la del huracán Melissa, que trágicamente se cobró más de 75 vidas en el Caribe y vio cómo las precipitaciones se intensificaron en aproximadamente un 16% debido al cambio climático, subraya la necesidad urgente de una acción global efectiva.





























